jueves, 24 de julio de 2008

Planta una semilla en el mar y crecerán olas

El otro día, aprovechando el tiempo libre que me brinda la mala fortuna, que no me permite trabajar, decidí matar el tiempo ordenando toda mi discoteca, un proyecto del que llevaba tiempo queriendo embarcarme. Lo que pensé que me llevaría dos ratejos, se convirtió en una faena digna de Hermes Conrad.

Tenía discos olvidados, discos sorprendentes y discos que no merecían ya estar entre mis sibaritas estanterías. Encontré placeres olvidados en forma de datos, sentimientos enterrados y sensibilidades que pensaba superadas. Porque aparte de la colección “oficial”, tenía un cajón que casi no ha visto el sol de la costa jamás, atiborrado de tubos, de cintas y cintas, que me hizo preguntarme cuánto tiempo y dinero tiré en mi juventud grabando compactos, y de cuántos estarán en casas ajenas robados, prestados (para siempre) o en alguna tienda previa venta mía.

Rescaté muchos de estos, y casi pude percibir como una pequeña parte de mi subconsciente resucitaba. Estos son mis verdaderos recuerdos, el particular álbum de mi vida. Ahora que están desempolvados, quiero compartir estos regalos con la corporación.

“¿Qué te llevarías a una isla desierta?” “Comida, agua, y mi colección de cuatrocientos discos.”

La Mediterránea
LëPask.