lunes, 14 de junio de 2010

Crónica e impresiones acerca de la Orquesta del Caballo Ganador

El pasado 11 de junio dos cofrades de este blog pudimos asistir a la actuación de la más popular orquesta (por estos tiempos) de este lado del Turia. Puntuales como un reloj y sin exigir smoking, La Orquesta del Caballo Ganador dio comienzo a su actuación entre monóculos, gafaspastas, y otros utensilios igual de macarras. La orquesta se componía de algunos componentes de reconocidas bandas valencianas como Negro, Zener, Estrategia lo Capto! o Betunizer; y del grupo catalán Za! entre otros. Teníamos para esta ocasión, ya que la banda es cambiante, moldeable y adaptable a las necesidades de los integrantes: dos baterías, dos guitarras, un bajo, dos saxofones, un teclado y melódica, tocados por 7 miembros, pero no a la vez, pues se turnaban para dirigir.

Un miembro más era el público, que armados con llaves, llaveros y su propia voz formaban parte del espectáculo, en el cual no faltaron ni los colones ni los curiosos, ni los ajenos ni los de toda la vida, ni los buenos ni los malos; todos flipando con lo que se les venía encima. 

Empezaron y acabaron dirigiendo los hermanos Junquera, primero Fer y luego Marcos, y en medio Edu (Za!). Cada cual en su estilo y con todos los elementos disponibles, obedeciendo en mayor o menor medida, ofrecieron un espectáculo único por lo singular de la ejecución y la exclusividad de escucha, al ser todo en base, improvisado.

No sé cómo se prepara uno para actuar en espectáculo tal, pero todo fluyó bastante bien, los baterías golpeaban la pared, los guitarristas tocaban con ventiladores de mano (encendidos), hubo quién se marcó un "scat" en toda regla, y pudimos asistir a una sesión de monólogo a modo de cadalso musical. Una ejecución, rompiendo los instrumentos en el escenario (metafóricamente), es como que cada uno se tire a la piscina cuando quiera, a lo mejor nos tiran una foto cuando lo hagamos a la vez. 

Hubo quién se rió. Hubo quién se coló. No era un café teatro ni una obra circense, la confusión se paseaba entre los asistentes. ¿Cuándo debemos aplaudir? ¿Por qué me río, si estoy en un concierto? No es ninguna broma, pero el chiste es el aluvión de sonido y ruido que te atropella. Te ensimismas. No estás seguro de que pasará. Sólo sabes que quieres más.

Hubo quien se sorprendió, se quedó con la boca abierta, quién grito, quien colaboró (muchos), quien alucinó (todos), ¿estará el agua fría, congelada, caliente, hirviendo? ¿Habrá agua o solo el duro fondo? Da igual, me voy a tirar en bomba, aquel de ahí en plancha, dos de cabeza y al otro le han tirado; y vamos a reventar la maldita piscina y mojaros a todos. No hay foto, no queremos fotos, queremos tirarnos cada vez de una manera distinta olvidando las anteriores, y nos echaremos unas risas recordándolo y no mirando una imagen estática, una grabación de canciones grabadas y ensayadas, ¿te acuerdas de esa vez que nos salió esa canción, ese riff de golpe sin pensar? bórralo. Hagámoslo otra vez, muchas veces, y cada vez distinta, y todos a la vez. Será como cuando llega a la meta.