Myspace The international noise conspiracy
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Cuando éramos jóvenes y hacíamos una trastada, se imponía una ley, la del silencio, que automáticamente excluía a todos de culpa aún sabiendo quién era el responsable. Este estilo de burla a la autoridad no se enseña, es innato y todos saben que la ley más sagrada es la que no está escrita. Cuando uno ya es mayor y tiene ambiciones vanguardistas, adopta este ingenioso mecanismo y se convierte en Wu Ming.
Wu Ming es la segunda encarnación de Luther Blissett, un seudónimo que adoptaron varios artistas de diversas ramas para causar un plan quincenal de sanos disturbios informativos y terrorismo cultural. Burlaban los medios de comunicación extendiendo falsos bulos, escribiendo panfletos explosivos (metafóricamente) y dejando en ridículo el arte burgués. Wu Ming no podía ser detenido, porque Wu Ming no era nadie, eran todos, Wu Ming era el maldito Guy Fawkes partiéndose de risa en su tumba.
Lo mejor de todo es que el nombre no era exclusivo. Los originales Luther Blissett invitan a todo bromista, artista o punk a adoptar la identidad del anonimato, el anonimato de las masas. Si las autoridades lo buscaban, se encontrarían como los centuriones romanos en Espartaco: Todos los esclavos son Espartaco, son Guy Fawkes, son Luther Blisset y ahora son Wu Ming.
Desde La Mediterránea, os invitamos a conocer la obra (colectiva) de este individuo multipersonal, que en la actualidad se dedica a la creación de situaciones en la conciencia de los más inquietos melómanos señalando caminos que van en todas direcciones. New Thing es un libro que despeja las dudas que pueden surgir cuando alguien se acerca al freejazz: “es sólo para blancos intelectuales… sólo lo disfrutan los músicos”; y nos iluminan las raíces de algo que es algo más que música: la vida antes que el arte, el arte sometido a ideales, ideales aplicados a la vida. (LëPask)
La burbuja se rompió en el mismo momento que cambió el dígito de la minicadena. El silencio le sorprendió como lo podía haber hecho el estruendo de toda una. De repente, volvió a ser consciente de lo que le rodeaba, y aunque no prestaba atención a los detalles (los conocía de sobra), reconoció los contornos de los muebles de su cuarto, su cama, su amante imaginaria…
Aunque las sustancias espiritualmente depresoras que Fanny le había suministrado aún corrían por los conductos de sus pulmones, y las últimas notas de la música aún rebotaban en sus oídos, el hechizo había acabado. En su oscura guarida, había invocado a las musas, imitando de modo inconsciente ritos primordiales y antiguos secretos que antepasados más primitivos y sabios que él, ya realizaban alrededor de hogueras.
¿Coltrane? ¿Perry? ¿Rudolph Grey? Poco importaba, el efecto era siempre el mismo. Pero ese pequeño universo particular ya no existía, cuando enciendes la luz y te quitas los cascos vuelven los problemas, los líos, las traiciones, la realidad,… Salió a la ventana para que le diera el aire, la avenida estaba casi desierta pero aún así era ruidosa. Suspiró profundamente, porque sabía que estaba demasiado cansado y era demasiado tarde como para invocar a su propio espíritu de nuevo, pero también sabía que habría más noches, mas música, más drogas, y su utopía mental volvería: volvería para barrer a la gente de la calle a la cama; los muebles y la amante imaginaria; y en esa habitación de la avenida…se pararía el tiempo.
(Lë-Pask)
(Potlatch: celebración de los nativos americanos de la costa oeste canadiense, consistente en ver quién es capaz de regalar mayor riqueza. El que más regalaba era el que conseguía más prestigio. El concepto sería recuperado por los situacionistas en los años 60, y daría nombre a una de sus revistas).
Si hace treinta años nuestros vecinos franceses hubiesen ganado la revolución Punk (perdón, situacionista) quién sabe cómo habría afectado al resto del mundo. ¿Cómo sería la vida diaria de una generación nacida directamente en una utopía? Los mayos serían celebrados hasta el hartazgo, y el día 13 la noche no tendría fin. ¿Celebrarían la navidad los situacionistas? No, pero sí el solsticio de invierno, y en un mundo ideal, el 25 cada familia se reuniría para organizar ¡Un potlatch!.
Hakim Bey, gurú anarquista y punk Honoris Causa, imaginó cómo podría recuperar esta antigua tradición bajo una visión libertaria.
Básicamente se trata de hacer una comida a modo de encuentro social, dónde cada comensal aporta algo al banquete/experiencia. Hay unas pocas reglas pero son sólo de guía: La imaginación y el ingenio son el mejor invitado. Puedes tomártelo como otra manera cualquiera de matar el tiempo o como un esfuerzo colectivo de utopía, un estímulo sensorial a cada sentido o bien un ejercicio en libertad para la mente.
Desde la corporación invito a los más despreocupados a practicar alguna vez este sencillo juego gastronómico (y a que me inviten). Las excusas para realizarlo son lo de menos ¿Cumpleaños, celebraciones, aburrimiento?
“Pero entre el solitario despertar del individuo, y la anamnesis de la colectividad insurreccional, se extiende todo un espectro de formas sociales con algún potencial para nuestro "proyecto". Algunas no duran mas que un encuentro casual entre dos espíritus afines que pueden engrandecerse mutuamente por su breve y misterioso encuentro; otros son como festividades; aún otros como utopías piratas. Ninguno parece durar mucho tiempo- ¿pero y qué? Las religiones y los Estados se jactan de su permanencia que, como sabemos, es sólo una chorrada...: lo que significan es muerte. “(Hakim Bey, Equinoccio de invierno, 1993)
(LëPask)