viernes, 6 de febrero de 2009

Las ciudades eléctricas y los impulsos eléctricos (con banda sonora)

Hoy os quiero hablar de Sogo Ishii. Y hablar de este personaje es algo serio, porque es el único director de cine diría yo que se ha atrevido (o a sabido) crear películas Punk. Parece una afirmación de lo más banal e incluso rebundante, pero es correcta. Quiero decir, el Punk es muchas cosas. Lo sabes o no lo sabes.

Fijaos por ejemplo en una película como Burst City (Bakuretsu toshii, 1982). Casi no hay diálogos, excepto para exabruptos y conspiraciones paranoicas. En las coreografías musicales (The Stalin, The eRockers) los papeles son muy claros: Los Mods desfilan, Los Rockers se lucen, los Punks sufren descargas eléctricas. Crestudos Vs. Yakuzas en una distopía suburbana. Mi parte favorita es cuando una banda que está en mitad de actuación es atacada por una banda rival, ¡para robarles los instrumentos y la actuación!

Bueno, el estilo…es anárquico. No es cámara en mano, no es la iluminación…sencillamente nos sumergimos en un universo particular, que se mueve y suda, está en ruinas pero rebosa actividad frenética, y es fea y huele que apesta. Ciudad ardiente, luchando por un territorio devastado, la alucinación de un motorista que se dirige a toda velocidad al centro de esta. No hay reglas. Los Punks insultan, saltan y destrozan cosas, y no saben tocar, sino pelear contra (y con) los instrumentos. Y gritan. Gritan todo el tiempo, sin parar.

Y ahora, con el nuevo siglo, Sogo ha pillado el mensaje. Me refiero que ha seguido al mensaje, lo ha estudiado, lo ha pillado y se lo ha comido y escupido con Electric Dragon 80000 V. (2001). Da igual que sea ficción. Es….la calle, es de nuevo la ciudad. Gris, con cloacas. Con callejones, con cables de alta tensión. Con números y maquinas, y polución acústica y humo, y ruido (y Noise), y no puedes escapar, te engulle. Hormigas aisladas del exterior, ciudadanos ordenados en archivos verticales de viviendas, todas iguales y todas un poco distintas.

La cámara ahora es el hocico de un perro, husmeando las esquinas, las calles oscuras, los charcos, rendijas y grietas. Nos pinchamos electricidad, somos yonkis de la tecnología y al final nos quedamos como lagartos. Y “Eye” Morrison los busca. Estan por todas partes. Mientras tanto, Electric Bhudda recoge recoge longitudes de onda desde los tejados, buscando alguien que posea los voltios de un rayo….verla para creerla. La banda sonora y los efectos de sonido son la guinda. En esta película a un ritmo constante, hay pulsaciones, estamos en las arterias de la metroplex, escuchando su corazón.

Vedlas sin complejos, con cascos, cuando estéis sólos. Podéis aprovechar los ratos que utilizáis para escuchar música, esos en los que prestáis atención completa. No notareis la diferencia. (LëPask)