jueves, 30 de abril de 2009

A cuatro ruedas

Desde hace aproximadamente un mes, ha habido una nueva incorporación en las filas de La Mediterránea, y éste es el primer escrito de ese individuo, vosotros juzgaréis (si no os la suda lo que os cuente). Es típico ¿no? Lees algo y dices este tío de qué coño me está hablando... si no es el caso me sentiré orgulloso, y si lo es, lo sentiré mucho más.

Lo que vengo a contaros es sobre algo que ya lleva tiempo rulando por este viejo e intoxicado mundo; para ser más exactos desde los años 50\60, con esos modelos que cualquiera que viese a día de hoy diría ¡qué hippie!, ¡que chulaaa!... os hablo del rollo furgonetero. No entramos a debatir qué marca, qué modelo, o de qué año... desde luego siempre alegra ver un trasto de estos con un porrón de años aparcado en cualquier sitio o rincón; sabes que cuando subas a casa a por el tabaco que se te había olvidado, o pases por su lado conduciendo, ya sea bici, coche o lo que tengas, probablemente no la vuelvas a ver, y si lo haces te fijarás al menos el doble que la primera vez que la viste.

Como decía, no importa ni la marca, ni el preparador de la furgo, o de la vieja autocaravana; lo que importa, como en todo, es la ACTITUD: basta con un trasto con 4 ruedas y algo generoso en cuanto a espacio, y con esto me refiero a que cumpla el mínimo requisito: meter un colchón en la parte trasera para sobar, bien sea la siesta, por la noche o después de cualquiera borrachera con o sin sentido (tiene otro punto a favor: échate a dormir, y de paso te ahorras los puntos, el carnet, la multa y el marrón de tener que darle explicaciones a un madero impertinente). Con que cumpla lo anterior vas sobrado, ya le darás más comodidades, modificaciones o lo que te venga en gana, pero ya tienes la base para tus viajes o incluso para tu vida si tienes los cojones bien colocados: no tendrás que pagar agua a ningún suministrador, o la luz y los otros impuestos por bienes inmuebles a tu amable ayuntamiento...

El caso es ese, disfrutar de la libertad, de viajar, parar donde te rote, dormir y seguir cuando te apetezca, nadie te dirá nada, llevas la casa contigo y, si vienen a hacerlo, no te preocupes, hazte el longuis, y trata de escaquearte lo antes posible si no vienen con ganas de hacer amigos. Lo mismo cuando te apetezca, pero eso sí, nunca olvides llevarte todo el detritus que has generado durante tu estancia sea donde sea...

¡¡RESPETA MADRE NATURA!!
Fer