«La fórmula para trastocar el mundo no la buscábamos en los libros sino vagando» (OCC: 284).
En ciertos tuburios parisinos de los años 50, algo pasaba. La gente de los arrabales hablaban de todo tipo de vividores y gentuza que se reunían en lugares específicos. Se mezclaban con intelectuales, con artistas y con locos. Hablaban solo entre ellos, susurrando o a grito pelado, y si escuchabas alguna conversación multitudinaria, parecía más bien una lluvia de ideas ideológicas de alguna organización marxista pasada de rosca.
Los letristas. Jóvenes suburbanos que vagaban “como nubes a través del ambiente urbano” durante horas, usando mapas de otras ciudades; proclamaban “la abolición de los museos, poner el arte en los bares, abrir el metro toda la noche, o levantar los tejados de París como si fueran pavimento, con escaleras mecánicas para ayudar a acceder “.
Sus técnicas de publicidad revolucionaria son utilizadas hoy en día: El detournement: el reciclaje de la información recibida, el ”Jiu-jitsu cultural” diría Naomi Klein.
Hemos querido celebrar en
(LëPask)