Que nos subimos a los tejados y gritamos a través de un órgano electro-amplificado nuestro manifiesto. Que hemos vaciado conservatorios y salas de orquestas. Que hemos abandonado toda doctrina o dogma musical y hemos destruido nuestros instrumentos para arrancarles el gemido más sentido, manifestamos.
Escupimos sobre el incestuoso ciclo generacional de la música “buena”; que desperdicia oídos talentosos en obstinados ensayos, en pos del arte clasista y burgués. Apelamos a los jóvenes de espíritu, no importa la edad. Retamos a despertar a las conciencias más intranquilas, a los que reniegan del pasado y se entregan con abnegación al presente.
Nosotros, los futuristas. Que conocemos la paradoja del futuro prehistórico, que vislumbramos la adaptación del oído humano a la nueva generación de las máquinas; y que nos sometemos a ella, como insectos que producen ultrasonidos. Que rechazamos notas, arpegios y escalas por timbres, frecuencias y harmónicos infinitos, y nos negamos a encasillarnos en competiciones o juicios de valor de la masa (mentes estrechas y espíritus canijos).
Nosotros, los futuristas. Apelamos a tí, seas quién seas. Que tocas un instrumento, que golpeas cacerolas, que eructas sólo porque te gusta el sonido. Nadie toca mal ningún instrumento, todo es un instrumento, todo es ruido. La música no es más que ruido interpretado por el cerebro. Sé consciente, súbete a un tejado y grítalo.
(Dedicado a Francesco Balilla Pratella (1880-1955). Para tí palabras e ideas, y una simple sentencia: Principio.)
“La vida de antaño se basaba en el silencio. En el siglo 19 con la invención de la maquinaria, el ruido había nacido. Hoy, el ruido reina y triunfa supremo sobre las sensibilidades del hombre.” Luigi Russolo, 1913.
(LëPask)